Información tomada de
los libros:
·
Fundamentos
de Administración (Münch y García).
·
Administración
1 (Cuauhtémoc D. Molina García).
1.
Desarrollo
histórico de la Administración.
La administración como actividad, disciplina
y profesión, ha sido compañera del hombre desde que alcanzó vida sedentaria, es
decir, cuando se estableció en territorios, edificó ciudades, instituciones y
centros de trabajo, producción y consumo. Cuando construyó las grandes
edificaciones que hoy son patrimonio de la humanidad, requirió de la
administración para lograrlas.
Las majestuosas obras de Teotihuacán, las
catedrales europeas, las proezas de los grandes generales (estrategas), como
Alejandro Magno o Napoleón, requirieron de la planeación, la dirección y el
liderazgo, la organización y el control para lograr los éxitos que la historia
registra.
El siglo XVIII y el desarrollo intelectual.
El desarrollo de la teoría administrativa – y
con ella la formación de la disciplina científica de la administración- fue
consecuencia de la evolución de las ideas filosóficas relacionadas con el
conocimiento, su obtención y validación, pero también del desarrollo de la
tecnología aplicada a la fabricación de bienes, como es ejemplo la Revolución
Industrial inglesa.
Desde los tiempos de Aristóteles, la
filosofía se constituyó como la madre de las ciencias; el pensamiento
aristotélico dominó toda la Edad Media y la palabra de este pensador era
considerada definitiva. De hecho, los hombres del medioevo acuñaron la frase “magíster
dixit” (el maestro dijo) para señalar que una vez establecida la afirmación, no
tenía ya caso alguno discutir, porque la verdad y había sido pronunciada. Esta
posición dogmática fue un lastre que impidió por muchos años- todos los de la
Edad Media- que la ciencia apareciera como forma de explicación del mundo.
Durante el Renacimiento florecieron las artes
y nuevas ideas aparecieron en el mundo, haciendo a un lado mil años medievales
de oscurantismo y superstición. Dante Alighieri en la literatura, Copérnico y
Galileo Galilei en la astronomía, Leonardo Da Vinci en prácticamente todas las
ramas del saber; en el arte, Lorenzo Valla, Marsilio Ficino, Pico de la
Mirandola, Castiglione, Giordano Bruno, en Italia; Montaigne, Erasmo, Moro,
Vives. En el resto de Europa, los pensadores y sus ideas no harían sino crear y
provocar este “hombre nuevo” surgido de los principios eternos que se
encuentran en el mundo antiguo, el mundo clásico.
Los renacentistas hacen del hombre el
protagonista de todas las cosas. Descubren que el hombre es libertad, entendida
sobre todo como capacidad de infinitas alternativas. Esta libertad es la que
permite al hombre realizar sus facultades esenciales. La inteligencia y el
trabajo (que se realiza con las manos) son las dos armas o medios de que
dispone el hombre para llegar a ser lo que quiera, para culminar su libertad,
para crear y crearse a sí mismo.
Este marcado interés renacentista por el
hombre da lugar a la corriente de pensamiento conocida como Humanismo,
movimiento que buscaba, mediante la enseñanza de las humanidades (studia humanitatis: gramática, retórica,
historia, poesía, filosofía, etc.), el cultivo de las facultades del hombre al
margen de las ideas dogmáticas religiosas de la Iglesia católica romana. El
ideal educativo humanista fue el del pleno desarrollo de la personalidad. La
literatura antigua, griega y romana fue considerada como el principal medio de
educación.
El Renacimiento es la cuna de la Ilustración
europea –el Siglo de las Luces-, tendencia intelectual que habría de marcar el
perfil de todo el siglo XVIII. El hombre ilustrado –Voltaire, Diderot,
Montesquieu, Lalande, Kant, Rousseau, Descartes, Locke, entre muchos más –es un
hombre que camina en el orden de corrientes como:
-
El racionalismo
-
El optimismo
-
La ciencia
-
El liberalismo
-
El laicismo
-
La creencia en la bondad natural del hombre
-
El positivismo
No
obstante, la Ilustración es el fenómeno natural de una nueva clase social que
redefine el perfil de las sociedades europeas: la burguesía emergente, alimentada
con las ideas del liberalismo económico y éste, a su vez, con los impulsos de
la reforma protestante iniciada por Lutero dos siglos antes.
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